El Espejo

Llega transpirando helado luego de una cálida pesadilla, realmente no era más que un recuerdo del ayer. Se lava las manos con hielos líquidos, gime involuntariamente al sentir el golpe de la ártica agua. Casi por inercia levanta su rostro y se encuentra con El Espejo, el maldito espejo.

-Mírate, esas lágrimas de sangre, ese rostro destrozado, ¿De quién es la culpa?- burlonamente le pregunta.
-Se que es mía, lo se y lo lloro día a día, no se cuanto más seguiré llorándolo. No se que hacer, siento un inmenso miedo a volver a esas noches infernales, cuando la luna intentaba rescatarme de las llamas de la soledad- le respondió desesperado.
-Sabes… Ya pasaste tu “momento feliz”, ahora toca sufrir, es el orden lógico ¿o no?- vuelve a hablar.
-No entiendo porque siempre que consigo esta libertad termina transformándose en una desgraciada agonía. No se porque veo tan lejanos mis sueños, tan destrozados, pisoteados por un algo que no logro comprender.- lamenta.
-¿Qué puedo decir yo? Lo hiciste, ¡la jodiste!, le destruiste sus días y sus noches. Es justo que sigas pagando, es justo que vuelvas abajo- sentencia.

-Si, lo hice, jamás lo volveré a hacer, eso me hizo cambiar, me hizo darme cuenta de cuanto se puede extrañar a una persona, de cuanto se puede volver a desear un pasado tan maravilloso, de cuanto puedes llegar a amar… Y también de cuan difícil es volver a encontrar tal amor… Me hizo darme cuenta de lo efímera que es la felicidad, y de lo costosa que es… La verdad es que no consigo nada diciéndote esto a ti, pedazo de ilusión negativa… Muere- decidido rompe El Espejo, su mano se hunde entre el vidrio y los trozos penetran en la viva piel de él, la sangre baña el susodicho objeto reflectante, en cada gota se puede ver esos momentos felices pasados.

Saca la mano y observa un hermoso cuadro, un rojizo amanecer…