viernes, 11 de abril de 2008

Segundo a segundo

Segundos… Son marcados por la caída de las gotas, por las manillas del viejo y valioso reloj, por el expirar del alma y, así también, por este ruidoso silencio que me ataca con brutalidad. Esta es una muerte honorable, eso dirían mis ancestros, pero yo no creo que lo haya sido, lo era viéndolo de afuera, pero sentirlo es tan distinto. No logro ver más que ilusiones de un futuro jamás logrado rondando sobre mi cabeza, sonrisas dibujadas en rostros hoy muertos, ¿Qué hice? Tenía que hacerlo, es mi trabajo, tan solo logro sentir el amargo sabor de lo que parecía tan dulce, sentir helado lo que parecía tan calido y placentero, no logro observar aquel rojo que siempre me hipnotizó.

Han caído uno tras otro, piezas del dominó de la perversión, dejándose seducir por mi voz, por la mirada color veneno dulce que llevo puesta esta noche… Es mi trabajo, me iba a pagar toda una vida… Era el último, eso dijeron una y otra vez, no tenía porque ser tan literal. No quería llevarlo a cabo de esta manera, quería hacerlo con más sutileza mientras era acariciado por Morfeo, pero él me llevó a esto, tocando en el punto más intimo del clímax, lo que hace de mi trabajo un juego rabioso, un placer indescriptible. Sabían que esta vez las cosas serían difíciles, sabían que costaría hacer el trabajo, sabían que, mientras los veía caer, mi corazón lloraba golpeándose con una soga en la espalda, sabían que disfrutaría al sentir sus músculos frotándose en mi piel, sus toscas manos sosteniéndome bruscamente a favor de sus movimientos… Sabían que iba a disfrutar todo eso y que mi corazón se llenaba de alegría segundo a segundo… Sabían que rechazar este servicio me era imposible. Todo era perfecto hasta que sus dientes se clavaban en mi cuello, ahí era entonces cuando salía él… ¿Por qué lo hizo? ¿Por qué no satisfacía su hambre de otra forma, aunque sea mordiéndome los ojos? No sabía que ahí se encontraba su perdición y la mía. Entonces lo vi salir a él, mordiéndolo con cólera, sacando cada una de las capas de la piel y dejando fluir un río de sangre imparable, enrollándose como una víbora en su cuerpo, fracturando cada uno de sus músculos… Yo lo veía y lo sentía, lloraba ante tal acto, siempre lo hago… Cuando él sale… Es mi sensibilidad, aquel que ama la vida… Pero nunca estoy solo, solo que él está bien guardado. Aquel que todo lo destruye, aquel que me mata en cada servicio y a la vez me revive…

Ya nada podía hacer, más que unirme a la fiesta y ser uno, uno nuevamente. Sentir su sangre en mi lengua y sus músculos en los míos. Gritó y lo oyeron, tenía yo bien calculado que lo harían, su vida se fue esfumando en sus esfuerzos por librarse de mí y segundo a segundo veintiún gramos descendían de su masa total. Oía las pisadas de aquellos que venían a salvarle, pero era demasiado tarde y sólo encontrarían sombras entre sombras. La puerta voló por la habitación y entraron al show, eran 4 jinetes del Apocalipsis buscando al asesino de su maestre, no les dejaría encontrar lo que buscaban muy luego, pero tampoco aguantaría el esperar mucho tiempo. Sus latidos eran fuertes e iban en aumento con cada sonido casi imperceptible se mostraba ante ellos, sus cuerpos se tensaban segundo a segundo, sus manos apretaban duramente las armas que traían.

Tras un minuto de absoluto silencio caminé por detrás de los sujetos, ninguno movió un músculo, cayó el primero muy limpiamente, siquiera una gota derramada, cayó el segundo con más dificultad, me plantó un puñal en el costado. Cayó el tercero luego de verme entre pesadillas y tirar del gatillo, la sangre fluía por mi pecho y no había mucho tiempo para terminar el deleite. El último estaba atrapado en si mismo, apuntando hacia todos lados, disparando desquiciadamente sin remedio. Me dio tres veces, una en el hombro, otra en la pierna y la última en la oreja, mis movimientos no podían superar la locura de la mente humana frente a tal situación. Se le acabaron las balas.

No quedaba más que danzar. Caminé lentamente hacia él, lo observaba sonriente y él me miraba fijamente con el terror carcomiéndole la psique, temblaba y sudaba al son de su corazón…

-¿Qué tal la velada? Para mi ha sido más que un gusto esta opera…- le susurré al oído cuando llegué a su lado. No tuve más respuesta que un débil respirar, lo hice caer en la helada cerámica y se pegó bruscamente en la nuca. Aquel golpe le adormeció a tal punto que sus ojos gritaban por cerrarse antes de morir, pero lo evité… Aproveché un suspiro muerto y saqué su lengua, se entregaba rápidamente a la muerte, ya no había más caso que darle en el gusto. Se la corté con un cuchillo, como acto seguido limpié el arma con un delicado pañuelo de seda y guardé los dos implementos en sus bolsillos, sin embargo, aquel acto de capricho me dejó a la merced de un letal ataque. Sentí el frío filo de la metálica muerte entre mis costillas, mi corazón era penetrado en un acto poco sexual, mi soberbia la pague justamente… Hay errores de los cuales puedes aprender una vida nueva y también una muerte…

Estas escenas siempre las recordaré, no se donde podría recordarla, pero lo haré. Segundo a Segundo mi propia vida me deja, burlona y sensual, baila frente a mí como una hermosa Zíngara, vestida con pálidos paños y bendecida con la belleza en su extremo. Mientras la sangre bañaba este cruel cuarto del Grand Astraum Hotel, la gitana acariciaba mi rostro con sus manos, las más calidas que jamás pude sentir antes, y lentamente acercaba sus labios a los míos… Segundo a Segundo se adueñaban de mi boca y, al dejarme, también dejaba yo la vida…